martes, 30 de octubre de 2012

Va para todos mis lectores. Para los que creyeron.

Suelto durante unos momentos la pluma para detenerme a mirar lo que estoy haciendo. Una vez, una vez más, y otra más, me paro a leer vuestros comentarios de apoyo y todas esas cosas tan hermosas que me decís sobre lo que hago y sobre lo que creo estar haciendo como proyecto de Escritor, después de un año escribiendo este blog.
 Si, Escritor, con mayúscula.
Porque no hay un día que no mire cómo las visitas de este rinconcito van creciendo más y más y no sonría sólo de pensarlo.
Todavía pienso en que algún día podré ver mi obra publicada, y sé que ese momento llegará. Y cuando llegue, espero que estéis ahí los de siempre y que puedan llegar otros nuevos.
 Pero como las palabras no bastan, y como me parece muy de subidito eso de agracéroslo todo en general, os dedico una línea o dos a cada uno que creyó en mi, jugándome mucho estar olvidándome de alguien. Antes de nada, sepáis que aquí nombro a aquellos que vieron por primera vez mi blog y me apoyaron en mi sueño.

A mi madre; que me educó y enseñó a ver el mundo de otra forma y a buscar la felicidad.
A Alejandro; mi primo, mi hermano.
A Edu; mi mejor amigo desde que lo conocí en la guardería.
A mis amigos más cercanos, que me sacáis una sonrisa a cada momento: Pablo, Nacho, Oscar, Andrés, Mario, Paula, Ángela, Álvaro.
A mis músicos, que nunca me habéis fallado y que siempre le disteis música a los días grises: Helena, Naila, Violeta, Cris, Rocío, Isa, Rubén.
A Aracceli, que me aconsejó escribir para el público y confió en mí.

Sois los que siempre estuvísteis cuando empecé, los que me animásteis cuando emprendí el viaje en el barco del arte, los que sé que estaréis cuando mis alas se mojen y no puedan volar. Siempre tendré una sonrisa para vosotros.

Y a todos los que llegásteis luego, o acabáis de llegar,  sed bienvenidos a mi barco.

Me dejo de dedicatorias y extras por el momento. Ya sabéis que dentro de poco habrá entrada, y pienso hacerlas con mucha más frecuencia; disculpadme el descanso que me dí en verano.

Con cariño, desde mi nube, El Príncipe Alquimista.

sábado, 27 de octubre de 2012

Música, amor y personas. El Concierto.


Uno a uno, me voy abotonando la camisa negra, ésa que sólo me pongo en las ocasiones más especiales: Cuando voy a hacer música.
Me gusta definir la Música como la única cosa que existe en el mundo que es capaz de hacer que mis pelos se ericen, mis lágrimas surjan y mis sentimientos se encuentren.
Es un ritual lleno de magia y sensaciones, no todos alcanzan a comprender el sentimiento que lo embarga todo cuando las cuerdas vibran y los metales dorados y plateados llenan todo de sonidos y de ritmos celestiales. En diferentes lugares, diferentes casas, diferentes rincones del mundo, todos los miembros de aquel ejército de inmortales se abotonan las camisas negras y sonríen al espejo, ansiosos de subir al escenario.
 Son muchísimos, pero ninguno es igual al anterior. Mientras una chica se muerde las uñas presa de los nervios, otro chico se ajusta su pulsera de la suerte con toda la tranquilidad. Uno a uno, cogen sus armas, sus instrumentos, aquella parte de su alma hecha de metales dorados, cuerdas cristalinas y llaves intrincadas. Todos se preparan para el gran momento, una vez más.
 Es maravilloso pensar cómo, aunque no existen dos músicos iguales, a todos los une esa pasión compartida, ese anhelo por el sonido perfecto de las armonías y esa satisfacción de ver el duro trabajo dar su fruto. A todos los une una misma causa, el corazón de todos ellos está forjado de la misma materia diamantina a la que llamamos Música.
Al fin, uno a uno, todos los componentes del ejército suben al escenario. Todos aquellos silenciosos soldados ataviados de negro, con su general al frente dirigiendo la magnífica obra. Toda la estancia se estremece, cada uno de los miembros del público contiene el aliento, temerosos de romper tan hechizante escena. A una misma señal, todos levantan sus armas, haciendo que los focos arrancasen destellos dorados, plateados y negros a los instrumentos. La obra comienza. La magia se libera, en forma de vibraciones que inundan los oídos y los corazones como bombas de colores vivos y sentimientos enterrados. Comienza el viaje en el mágico barco.

domingo, 21 de octubre de 2012

Los últimos suspiros + UN AÑO DE BLOG!


No he podido descansar tranquilo hasta que he vuelto a entrar en éste, mi viejo rincón, mi roído baúl de los pensamientos. Echaba de menos sentir las palabras fluir con la música en un texto corto, de esos sin más objetivo que el de desahogarme y dejar escrito un pedazo de mi. Como no dejo de excusar, estoy enfrascado en mi novela, en la novela del Príncipe como protagonista. Es para mí un sueño hecho realidad escribir esa novela, aún así se echa en falta escribir textos cortos de esos llenos de palabras y pensamientos subjetivos. Pienso volver y hacer de ésto una rutina como hacía antaño. No habrá novela sin blog, lo necesito para alimentar mi alma. Dicho esto, os dejo con un texto que recomiendo escuchar con la BSO de El Padrino.

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Sonríe, suelta una carcajada que hace que su aliento se torne en vaho, le roba otra calada a su puro. Aquella noche estaba cómodamente sentado en el banco de un parque, sólo, fumando y observando el reflejo de las estrellas en el agua de un calmo lago. Nadie caminaba por las calles de la ciudad, nadie se paraba a observar, nadie esperaba a nadie y nadie se reía de las bromas de nadie, sólo silencio.
 Resopló, mezclando el humo del tabaco con el vaho de su aliento. Comenzó a tararear en voz baja un viejo vals francés, recordando el hermoso cantar del acordeón y la guitarra clásica que, como enamorados, realizaban aquel hermoso dueto.
 Se sentaba a un lado del banco, recogido en su gabardina, casi parecía que esperara a alguien. Alguien que no había venido en aquellos largos años. Chupó del puro, haciendo que el extremo encendido iluminara brevemente su rostro bajo el gorro. Extendió una sonrisa ilusionada cuando avistó a la única persona del mundo que le importaba y que venía envuelta en una gabardina parda y una bufanda, las manos en los bolsillos. Aquel joven era como su hijo, de vínculo que no de sangre. Se sentó junto a él en aquel solitario banco del parque, y observó como él aquel lago.

- Hace mucho frío, deberías volver a casa. -le dijo aquel joven.
- Aquí se está mejor que en casa. -respondió el hombre del puro.
- Quizá podríamos charlar, visto que no piensa escuchar mi consejo.

El anciano con el puro rió solamente, soltó el humo del tabaco y miró al joven a los ojos.

- Llevo todo el día charlando y hablando. Ahora, lo único que me apetece es pensar en silencio y mirar cómo pasa la vida. Si te apetece, podrías mirarla conmigo.

El joven lanzó una sonrisa que se perdió en la noche, suspiró resignado y se puso a observar los solitarios árboles del parque. Se limitó a mirar la vida, algo que se le escapaba a su joven espíritu. Pero no al viejo corazón del anciano, que sonrió por tener por primera vez alguien que le hiciera compañía.