Toc toc, aquí estoy. ¡Feliz año! Creo que no tenéis ningún
regalo de navidad para mí así que permitidme que lo tome yo mismo y me permita
soltaros unas cuantas cosas del año que ha terminado. Porque sí. Porque en el
fondo nos encanta mirar hacia atrás, sea bueno o malo. Sonreír por lo bueno,
retozarnos en lo no tan bueno; echar sal en la herida y azúcar en lo dulce. Y gracias
a la casualidad, o al destino o a mí mismo o a qué se yo, he tenido mucho dulce.
Por lo bueno que ha sido este y por lo que van a ser los siguientes, o eso
parece.
Porque como dijo Gatsby: “Mi vida tiene que ser así, siempre
hacia arriba, como un cometa”. Este año me ha regalado cosas increíbles y, de
postre, un lienzo enorme en el que pintar todos los siguientes. No voy a mentiros, estoy asustado. Muy asustado. Con tanta
gente genial que me ha acompañado este año me estoy acojonando. Porque acabaré
acostumbrándome a ser muy querido, como ahora. Y eso me resulta tan increíble e
inesperado que no sé si puede mantenerse en pie mucho tiempo. No dejo de dar
gracias por ello.
No puedo evitarlo, me resulta imposible la estima que me
tienen algunos. La imagen de mí. La que yo me creo sólo a veces. Este año ha
sido superación a todos los niveles. De ponerme a la altura de quien admiraba
en algunos casos, y de ser admirado por ellos en ocasiones. De aprender a ser
ambicioso. De ver objetivos y metas que no habría imaginado y creía que sólo
pasarían algún día lejano cuando todo fuese como de película. De ver mi lista
de propósitos y proyectos en marcha y no dar crédito a lo que pasará cuando los
cumpla, que lo pienso hacer.
Este año me he conocido. Y me han conocido. Me he visto por
primera vez y también me he dejado ver. He hecho un hueco muy importante en mí
para muchas personas. Algunas las tengo cerca, otras horriblemente lejos. A una
de ellas a 1521 km, para ser correctos. Este año he visto un intercambio, un
viaje inolvidable, un libro en camino, una familia que la música me ha traído,
y un recorrido artístico inconmensurable. He sentido que me admiran, que les
gusta lo que puedo ofrecer a este mundo, que hay quien piensa que tengo algo. Me
han dicho más de dos, tres y cuatro veces en poco tiempo, que he hecho llorar
con palabras. Que emociono. Que “tu forma de escribir es esperanzadora”. Y es
lo más grande que me habéis hecho sentir nunca.
Y aunque todos merecéis
que os nombre de uno a uno, no podría aunque quisiese. Pero sí puedo hacer
mención por encima. Y os doy las gracias a todos.
A los que viven bajo mi mismo
techo, que aguantan mis estallidos y me soportan a diario, así como me han
brindado muchas oportunidades y conocimientos
A los amigos que me han
acompañado los últimos años y aún siguen ahí, muy cerca. Los “Majaputos”, mi
clan, mis hermanos. Por lo que me hemos pasado, lo que me habéis enseñado y las
veces que me habéis cubierto la espalda. Porque cada uno de nosotros es
diferente y de cada uno aprendo una cosa. Por los ratos que hemos pasado y los
que nos quedan. Por todo, gracias.
A todos los “Pachorras” y “Soldados
rasos”. Por las risas juntos, por las bromas que sólo algunos entendemos y que
han molestado a más de uno por la sencilla razón de que cierto humor no está a
la altura de todos. Va por todos ellos. Por lo que me habéis enseñado y traído,
que nunca es poco.
A mi familia más reciente, la que me ha
traído la Música. Con mayúsculas, que no merece menos. Mi Zomake Army. Jamás
imaginé que me iba a encontrar con ellos, con esta gran familia que, en cierto
modo, nos ha salvado a todos los que estamos en ella. Una familia unida por
algo que arde dentro de todos nosotros con furia y pasión, un ejército vestido
de negro con armas de plata, oro y madera; juntos en pos de algo tan grande que
nos ha hecho sentir únicos. Todos y cada uno de ellos me han enseñado que hay
algo más, que se puede gritar más fuerte y querer con más ganas, que en un
pentagrama cabe un mundo. Que una partitura es en blanco y negro pero nosotros las
llenamos de color. Que si todos latimos y sentimos a un mismo compás, somos
grandes. Gracias, y por favor, no os vayáis nunca.
A los que me
leen y siguen desde Twitter y Blogger, que por suerte no son pocos. Muy
selectos, eso sí. Gracias por estar, por apoyarme desde la distancia, por
brindarme noches largas leyéndoos y hablando con vosotros (diría vosotras de no ser por uno o dos). Por
saber que tengo un techo en cada rincón de esta tierra, gracias. Sabéis quiénes
sois.
El resumen del 2014 es nulo. Porque jamás imaginaba casi
nada de lo que el 13 ha acontecido, así que puede volver a ocurrir. Y ojalá. A
todos nos gustan las buenas sorpresas. Pero sí sé que hay una reiterada novela
en camino y que estáis hartos de que os lo diga, pero para una vez al año que
os hago esto os aguantáis. Además es culpa vuestra, que me seguís preguntando
(y me hacéis escribirla todos los días cada vez con más ilusión si es posible).
Que el viento os hinche las velas y despertéis cada día con
las alas cansadas. Nos vemos muy pronto, prometo que con un texto de los de
verdad. Feliz año.
-M. Lawliet.
Los que viven bajo tu techo no te soportan, te disfrutan. Jamás lo olvides bajo la sonrisa de un recuerdo cómplice, y mucho menos cuando vivas bajo otro techo, en el que espero que te sigan disfrutando. <3
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