miércoles, 9 de mayo de 2012

Relato corto: Los sueños de Alice.


Alice seguía totalmente quieta, incapaz de moverse. A sus pies había un barranco descomunal, un cañón inconmensurable. Ella estaba justo al borde, atada de manos y pies a un poste en el que tenía apoyada la espalda. ¿Qué hacer ahora? No sabía cómo había llegado hasta ahí, lo único que sabía era que había despertado atada al borde del precipicio.
 Justo cuando se estaban desprendiendo un par de trocitos de la gran pared, cerró los ojos casi sin quererlo y cayó presa de un sueño inmediato, casi artificial. Cuando los abrió, ya no había oscuro barranco a sus pies. Estaba tumbada en el suelo, sobre un césped húmedo que la estaba calando hasta los huesos. Se levantó, observó que llevaba un extraño vestido negro que no había visto nunca; a continuación se examinó las muñecas en busca de las marcas de las ataduras, que parecían haber desaparecido. Entonces, alzó la vista, y todo lo que vio fueron lápidas de piedra, flores sobre algunas de ellas y un par de sauces dando sombra. Alice tampoco conseguía reconocer este lugar. Vio que había una lápida que estaba delante de un hoyo recién cavado y sin tapar, y decidió acercarse a echar un vistazo. Al fondo del agujero había un ataud sin tapa en el que descansaba su hermana, vestida de blanco y con las manos cruzadas sobre el pecho. Era imposible, creía haberla visto recientemente... Aunque claro, eso fue antes de despertar a los pies de un acantilado.
 Entonces, se percató de que tenía fuertemente agarrado en una mano un papel blanco. Desdobló el arrugado papel y pudo leer: "Hola, Alice. Uno de los lugares en los que has aparecido es real, el otro es un sueño. Un producto de tu mente. Elige el correcto y despertarás. Si eliges el sueño dormirás en él por siempre."
 Alice lo tenía claro: A pesar de que no tenía la más remota idea de la respuesta, élla no quería creer que un mundo en el que su pequeña hermanita estuviera muerta fuese real. Alice cerró los ojos y susurró: -No quiero esto. Elijo el otro".

Alice abrió los ojos, estaba  en el precipicio, atada de pies y manos contra el poste. ¿Había acertado? ¿Estaba despierta? ¿Estaba su hermana a salvo? El suelo comenzó a resquebrajarse a sus pies. Alice sintió que caía hacia la oscuridad de la sima, unida aún al poste. Y caía, más y más profundo...

Abrió los ojos. Estaba en su cuarto, acostada en su cama. Fue cuando comprendió: Ambos lugares eran sueños. No había cementerio, no había barranco. Estaba en casa.
- ¡Alice, despierta!- le gritó su hermana desde la puerta de su habitación.
Todo había sido un mal sueño, pero había sido tan real... tan real había sido, que aún tenía sujeto en su mano el papel.

1 comentario:

  1. Consiguió aumentar mi frecuencia cardiaca. Supongo que lo provocó algo parecido al miedo o al deseo de que Alice ni siquiera pudiera soñar con algo tan doloroso. En cualquier caso por un segundo olvidé donde estaba y sentí por Alice. ¿No eso es lo que cualquier buen escritor logra de quien lo lee?. ;)

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