sábado, 16 de noviembre de 2013

Me lo ha dicho un pajarito, de esos que llenan tu cabeza.

     Hola. Hacía tiempo que no te veía. Tú a mí no me ves, aunque en realidad nunca lo llegaste a hacer. Ni siquiera cuando te pasabas tanto tiempo mirándome me veías. Aunque ahora se puede decir que tampoco te estoy viendo. Hace tanto que no te veo, y más tiempo que esto seguirá así... En fin, supongo que no te conozco.
     Si te conociese, si supiera quién eres, cuántas cosas podría saber de ti. Si alguna vez hablase contigo podría demostrar que son ciertas tantas cosas que veo en ti, que sé de ti. Tú, que no me conoces.
     Estoy seguro de que te gusta el invierno cuando tienes calor, de que sueñas con el verano cuando hace frío. Estoy seguro de que eres de las que ríen mientras puedan. De que te encanta leer horas y horas. Que te gusta pasarte un domingo metida entre las mantas en el sofá, pasando las páginas o viendo una serie. Que te encanta el cine y eres la única que no puede compartir las palomitas porque sólo a ti te gustan dulces. Que cuando caminas por la calle ves a los demás y sientes que no te ven y que estás sola, que puedes verlos a todos desde tu mampara de cristal invisible. Estoy seguro de que cuando te sonrojas no puedes contener una pequeña risa porque "qué tonta debo parecer". Estoy seguro de que te encanta el olor de las cosas nuevas, del césped cortado y las sábanas recién puestas. De que después de comer sigues tomándote un té con leche y mucho azúcar, y ya no conoces a nadie que también lo haga. Estoy seguro de que haces como que miras los escaparates para colocarte bien el flequillo hacia un lado. De que te quita el aliento el último capítulo del Gatsby de Fitzgerald y que sonríes sin parar leyendo al Dorian Grey de Wilde. Que a veces escribes cosas que luego no van a ningún sitio. Si te conociese, también diría que te acuestas muy tarde porque te gusta la noche y te levantas tarde porque qué tontas son las mañanas de otoño nubladas. Y que esa cara de sueño no te la quita el café, porque no es lo suficientemente fuerte y porque no te gusta. Me lo ha dicho un pajarito, de esos que llenan tu cabeza
      Estoy seguro, si te conociese podría decirlo con más seguridad, de que te vuelves loca con tu canción. Y que pasas la nuestra con un escalofrío cuando te traiciona el aleatorio, porque cómo escuecen los primeros acordes. Estoy seguro de que sigues poniendo esa balada vieja y repetida que sigue haciéndote sentir no tan sola.
      Pero para eso tendría que conocerte, y eso pasó hace demasiado. El suficiente para que ahora seas solo alguien a quien solía conocer. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Luciérnagas, de las que te iluminan el alma.

  Siempre creí en las luciérnagas. Allí, en la oscuridad, lo que más hermoso me parecía era la luz. Y un ser capaz de crear luz era algo tan bello para mí que me quitaba el aliento. Era casi como crear esperanza.
  La oscuridad era mágica, en cierto modo. Era la mejor forma de perderse, de que nadie te viese. De ser libre. Sin embargo, a mí me atormentaba. A ellos les gustaba estar solos, y quizás a mí también me hubiese llegado a gustar si hubiese llegado a estar realmente solo. Pero no podía. Porque cuando todos se van nunca me quedo solo, me quedo conmigo.
  Ah, pero un día llegó una luciérnaga. Y jamás volví a estar a oscuras. Un ser mágico y especial que llevaba luz a donde fuere que iba. Y, gracias al cielo o a las estrellas o qué se yo, siempre venía conmigo. Y jamás volví a conocer la oscuridad.
  Es increíble la de cosas que puedes perderte cuando eres tú el que está perdido. Y no es difícil perderse. Tampoco encontrarse una vez hay luz, si llega a haberla. Así que, tú que estás leyendo esto, que podrías estar perdido -o no saber que lo estás-, responde: ¿Qué te lleva luz cuando hay oscuridad? ¿Cuál es tu luciérnaga? O, en su defecto, ¿Cuándo vas a empezar a buscarla?