martes, 30 de septiembre de 2014

Bú. El cuarto otoño.

Hay cosas que todos necesitamos. Irnos y volver. Morir y nacer. Y esto es algo que llevaba necesitando mucho, muchísimo tiempo.
       Un día escribí que todos estamos hechos de pedazos rotos. De los trozos de un espejo que se rompen, se machacan, se esparcen con mil explosiones. Que es en los trozos en los que podemos reconocernos, en cada uno de ellos. Y que el auténtico reflejo no lo da el espejo, sino los trozos. Pero hoy añado algo que entonces no sabía:
       Que cuando nos rompemos y nos reducimos a esquirlas y a pedazos, resulta que algunos trozos no son nuestros. No todos nuestros pedazos son realmente nuestros, o al menos no lo han sido siempre. Algunos de nuestros pedazos son de otros y los recogemos por el camino, añadiéndolos a los nuestros. Nos completan, nos mejoran, nos cambian.

       Hoy sé cosas que ayer no sabía. Hoy sé canciones que ayer no conocía. Tengo letras que jamás he escrito y que han cobrado caro su precio. He volado, he caído, he visto cañonazos en el cielo y truenos que podrían romper los cristales de vuestras ventanas, y he vuelto para contarlo. He escuchado el nombre del cielo y de las tormentas de verano restallando en mi oído mientras la tempestad me empapaba y mis tímpanos vibraban ante las explosiones. He escondido un secreto en la comisura del labio, donde nadie puede verlo. He guardado una palabra que no puede escribirse en la esquina derecha de mi mente. He corrido sobre las nubes y he soñado las pesadillas más bellas que jamás existirán. He sido canción y he latido hecho pedazos bajo el polvo de una sinfonía que ya nadie recuerda.
Pero ahora, soy las letras. Hoy, soy el espejo de todo lo que queda, la fotografía vieja, el libro que nadie ha abierto nunca. He visto todo eso y más, y he vuelto para contarlo. Como cada otoño. El cuarto otoño ya. Y si es el último, será porque nada quedó por decir.

Ahora es cuando el telón se levanta, saludo a las caras conocidas de la última fila y me aclaro la voz. Y más me vale. Porque traigo todas las letras que aún no he escrito y que ya me llaman desde la página blanca de una libreta.




(Nos leemos por aquí, como siempre. Gracias por seguir ahí, y por comentar de vez en cuando)


M. Lawliet.