domingo, 7 de junio de 2015

Dónde estáis. Dónde estoy.

       "Dónde bajo la piel", escribí una vez, "viven las notas". Dónde las canciones que tiran de nuestros pelos y los izan como banderas en la nuca y los brazos. Dónde están los que soñaban conmigo. Dónde crecieron y olvidaron.
       Dónde estáis los que conocéis el miedo y el nombre de ese temblor nervioso y secreto, el de "es que tengo frío" sin poder mirar a los ojos al que os pregunta, que ya sabe que vas a mentirle de antemano. Dónde los que os paráis a leer. Dónde los que perdéis el tiempo en intentar aprender a vivir.
       Dónde están los trozos que nos hemos dejado por el camino. En qué pan con chocolate de mi abuela me he dejado esa infancia en la que todos los que recuerdo me miran encorvados. Era un enano. 
       Y en qué excusa tan tonta os han hecho creeros que hay que dejar de ser un niño.

Yo antes me pasaba mucho por aquí. Y es curioso cómo cuando nos perdemos encontramos sitios nuevos. Aunque a veces, supongo, podemos acabar en alguno conocido. Qué bonita casualidad. Después de todo, esto era lo más parecido a tener un sitio.
       Ahí fuera hace frío a veces, "y no del que se quita con un abrigo", le dije a alguien. Niños hasta los noventa, nos dijimos. Ahora al único que se lo digo es al espejo. Y menos mal. 
       Quedan personas ahí fuera, os lo prometo. No sólo gente. Quedan todavía algunos con los que escribir, soñar, hacer música, improvisar y saltar. Con los que jugar, que es de lo poco que a veces importa. Personas que no tienen esa falsa creencia de que crecer es llevar siempre puesta una extraña seriedad crónica que parece demostrar la madurez adulta. No, hay personas que ríen porque entienden, no porque quieran olvidar. Ni fingir. Risas auténticas, sin maquillaje. 
       Quedan canciones, eso también puedo prometerlo. Ahí fuera quedan maravillas por descubrir, ni la mitad de las que alcanzaré a ver. Pero corremos y estiramos los brazos, porque igual un día vale la pena. Quedan oportunidades para llorar, para rompernos en mil trozos y rehacerlos y volver a ser otro que, en esencia, podremos seguir llamando "yo". Quedan textos y libros por escribir, puedo asegurarlo, y eso será lo más valioso que me llevaré de aquí. Es nuestra única manera de justificarnos, después de todo. De dejar algo.

 Esto empezó siento el diario de un personaje, ¿sabéis? Ahora ese personaje tiene un libro que está a punto de terminarse. Luego, este sitio fue un refugio. Ahora es un lugar al que volver. Pienso seguir haciéndolo mientras tenga algo que decir. Aunque mis viajes duren meses hasta que vuelva.
       Gracias al que sigue ahí. Y al que me encuentre en mis viajes y comparta algo conmigo. 

M. Lawliet.