domingo, 26 de febrero de 2012

El, ella y la lluvia



Un trueno sonó fuera, en la calle, y fue eso lo que le despertó de su cálido sueño. Abrió los ojos, y lo único que veía era la melena negra de ella. Estaba tumbada de espaldas a él, desnuda, pero cubierta hasta debajo de los brazos por las sábanas; dormía plácidamente, mientras la poca luz de la luna que entraba por la ventana de la habitación la iluminaba. Él sonrió, deleitándose con su hermosa figura, admirando la curva de su cintura y su pausada respiración. Sólo se oía la lluvia, su constante repiqueteo, y algún que otro trueno de vez en cuando. Él se levantó de la cama lentamente para no despertarla, y se acercó a la ventana. Se apoyó junto al cristal y miró afuera, al cielo que apenas se veía por la densa lluvia. Qué sonido tan hermoso el de la lluvia, quizás tanto como los recuerdos nostálgicos que trae consigo. Cuando el cielo llora en forma de tormenta, llora por todos nosotros, y la lluvia nos conmueve y nos trae recuerdos lejanos; cuando el cielo llora, cada gota se convierte en recuerdo, y cada gota que cae sobre nosotros trae consigo un recuerdo antiguo, agridulce.
Esta vez son recuerdos buenos los que la lluvia ha traído para él. Recuerda tantas noches junto a ella, acariciándola, besándola dulcemente, tocando el arpa en su espalda y jugándole el pelo mientras la oscuridad invade la habitación y los deja solos, lejos del mundo y de la realidad…
Completamente solos, ella, él y la magia de la lluvia.

jueves, 23 de febrero de 2012

La Noche de los Tiempos (pequeño relato)


El Universo nació de noche, ya que todavía no había soles ni estrellas.
Al principio todo era oscuro, cubierto de tinieblas. Pero no era una oscuridad malvada y desoladora, como se empeñan en narrarla: Era una noche tranquila y eterna, un lugar que no existe. Un pedazo de realidad, apartada y vacía. Todo estaba vacío, bloqueado en el fondo de la existencia, todo en penumbra y sin un atisbo de brisa, ni de vida, ni de nada.
Todo empezó con esta Nada. Este pedazo de inexistencia, este páramo olvidado y eterno fue apodado por los antiguos como La Noche de los Tiempos. Y así, una vez la realidad se hubo estabilizado y el Tiempo hubo empezado a correr, sucedió la primera cosa; el primer suceso, el primer milagro:
En una caverna bien profunda, en las entrañas de la Noche, en una cicatriz muy profunda de la tierra, se creó una luz. Algo tan mínimo, insignificante y nimio como una luz, que sin embargo y a pesar de su simpleza, fue el principio de todo. Se dice que la verdadera historia comienza con esa primera luz, ya que fue el primer acontecimiento posterior a la creación del Tiempo.
 Esta luz era de magia y pura alma, por lo que cobró conciencia al instante. Esa luz fue la primera forma de vida y magia, el Milagro Original. La luz avanzó por las profundidades sombrías y cavernosas de aquella gran cicatriz, iluminando esas paredes por vez primera, produciendo sombras y despertando retazos de magia a su paso: La Noche comenzaba a despertarse gracias a esa luz, sintiendo el cálido abrazo de su magia.
Poco a poco, mientras la luz avanzaba errante e incansablemente, otras almas que habían despertado se le fueron uniendo. Esas almas tomaron forma de luz como había hecho la otra, y poco a poco fueron cada vez más. Avanzaron sin parar, en dirección a la superficie, a cielo abierto, en dirección al cielo sin astros de la Noche de los Tiempos. Las luces se unían en un mismo camino, en una misma dirección, brillando con más fuerza cada vez que una más se iba uniendo. Al final, fueron tantas luces que no había como contarlas, pues todas parecían una sola. Unidas, subiendo a la superficie a través de las cicatrices de la tierra.
Cuando llegaron a la superficie, ese momento quedó en todas y cada una de las Almas Originales. No solo ese grupo de luces había viajado, sino que muchísimos miles de luces más habían buscado la superficie por otros caminos. Todas llegaron a la vez, y entonces iluminaron por primera vez ese suelo. Las luces se alzaron poderosas, salieron de la tierra y brillaron todas juntas. De cada cueva, cada boquete, cada caverna y cada sombra, salieron miles y miles de luces, todas en la misma dirección: Hacia arriba. Todas las luces comenzaron a alzarse hacia el cielo, subiendo cada vez más y más y más alto…
Entonces, todas las luces ocuparon el universo. Así fue como nacieron las estrellas. Las estrellas y los soles habían salido de la tierra y habían ocupado el firmamento, y brillaron con fuerza y majestuosidad. Formaron galaxias, constelaciones y cúmulos infinitos.
Así fue cómo comenzó un nuevo periodo de tiempo, ya terminada la Noche de los Tiempos. A esa época se la llamó el Alzamiento de las Sombras, ya que se dice que cuando las luces subieron, hicieron que las montañas y las formaciones produjeran grandes sombras, que se alargaban contra más subían las luces hacia el firmamento.
Así, una vez las estrellas y los soles hubieron ocupado el universo, la gigantesca tierra madre se dividió por causas insospechadas. Éste fue el principio de la era llamada como el Alzamiento de las Sombras: El gran pedazo de mundo en cuyas cavernas habían nacido las estrellas, explosionó desde su núcleo, e inmensos y gigantescos pedazos de esta primera Tierra Madre se esparcieron por todos los rincones del Universo. Estos trozos fueron moldeados con el paso de los tiempos, y acabaron convirtiéndose en lo que llamamos planetas.
Se dice que entonces, en algunos planetas, algunas de las Primeras Luces bajaron y crearon la vida. A esa gran explosión la llamamos hoy en día con el nombre de Big Bang 

martes, 14 de febrero de 2012

Mi trocito de San Valentín

Entonces, levanta la vista de su libro y se para a contemplar lo que le rodea. Caen algunas hojas del árbol que está al lado suya y cuyas ramas se alzan sobre su cabeza, y el frío banco de mármol le tiene tiritando. Enfrente suyo hay un par de pajarillos, jugueteando, se dan pellizquitos con el pico y dan un par de saltitos hacia atrás, esperando que el otro vuelva a por él.
Un ruído hace a los pájaros marcharse volando, un ruído producido por las botas de cuero de una encantadora chica de ojos verdes como almendras y bucles dorados en el pelo. Le parecía bellísima, encantadora, y aunque sabía que no la conocía de nada y que nunca iba a conocerla más que de vista, verla de la mano de un chico le sacó un suspiro y una sonrisa resignada. Parecía que con esa sonrisa dijera "En qué estaré pensando..."
Él le juega el pelo a ella, y ésta le devuelve una cálida sonrisa, empiezan a recorrerse lentamente con las manos y se envuelven en un beso.
Los mira ensimismado, intentando imaginar qué se siente...

Cuando mira de nuevo su libro, ve que una hoja ha caído enmedio de la página. Entonces se levanta, cierra el libro con la hoja dentro y se va, intentando no hacer ruído y sonriendo tristemente. Más atrás, la pareja sigue besándose, y entonces él, mientras agarra su libro con fuerza, piensa: "Feliz San Valentín"

martes, 7 de febrero de 2012

Carta desde París

Lena, te escribo desde la felicidad más absoluta. Me gustaría contarte todo lo que he visto, aun a sabiendas de que es imposible expresarlo en una carta. Paris me tiene preso, querida mía, y no quiere soltarme. Conocer la belleza más grande implica el sacrificio de la cordura, y yo peco de haber perdido la razón. Estoy enamorado de París. No pienses mal, Lena, yo te quiero, pero ahora te miro a través de un cristal que te embellece aun más si cabe. París es un hermoso ventanal desde el que mirar a tu amada, haciéndola bella, mostrándote la perfección de la persona amada. París te enseña a amar de verdad.


Las mañanas aquí son hermosas, bucólicas y nostálgicas. La gente sonríe y habla, los señores leen el periódico y algunos compran pan, hecho con las manos artesanas del amor al oficio.  Las tardes son tranquilas, relajadas, tanto, que te hacen pensar con una sonrisa si de verdad no estará pasando algo ahí fuera; como si las tardes en la ciudad fueran el ojo de un huracán, tranquilo pero rodeado de tempestad. Qué bello es el atardecer en esta ciudad, ojala pudieras verlo. El sol se esconde y la calle cobra un tono anaranjado que encandila a cualquiera.
  La noche parisina… que decir de ella. ¿Por donde empezar? Solo conseguiría balbucear frases inconexas sin sentido alguno. Quizás no llegues a entenderme. Solo un loco podría entender a otro.

Por la noche, el aliento sabio de un acordeón baña todas las calles y las casas. El suelo empedrado se estremece, y  la música llena todo, avanzando, como una melaza insaciable que endulza el aire y amarga las penas del amor sufrido. Pinceladas de Van Gogh pintan el cielo estrellado en este sueño etéreo e irreal, demasiado hermoso para ser cierto. Mis dedos recorren las letras del teclado, incansables y rápidos para no dejar pasar ni un solo pensamiento. Pienso más que escribo, por eso intento plasmarlo para poder contarte la ciudad con mis fríos dedos, pero es inútil cuanto escriba mientras tú no estés aquí para verlo, amiga mía, hermana, compañera. Ah, Lena, si estuvieras aquí a mi lado disfrutando de esta magia... Ojala pudieras ver las maravillas de este paraíso innegable, que hace rebozar mis sentidos.

Las luces de las farolas se reflejan en las aguas quietas del río, magnificas, enamorando cada poro de la piel, sugiriendo la pasión rota y desgarradora del amor no correspondido, de una ciudad de amor, que tantos besos y lágrimas derrama por cuantos viven en ella. Paris fue pintado con una paleta llena de colores vivos y luminosos,  y construida con cuidado y esmero, como un palacio de cristal en medio del desierto, la ciudad de la luz y el amor en medio de un mar gris cuyo fondo no alcanza la vista. Moriría de pasión hablando de esta ciudad, amada mía

Cuando se es capaz de ver París en un grano de arena, y la eternidad en una hora, la ciudad surge, reconstruida sobre si misma, vuelta a nacer como el ave fénix. Cuando agarras la lupa y observas el grano de arena, la ciudad nace del grano. Tan simple como una idea. Tan genial como la mejor de las ideas. Del grano nace la piedra, y de esta la columna, el castillo, el suelo, cada piedra que cubre las aceras, y cada farola que ilumina el paseo. Cada instrumento y melodía que suena cada tarde. Cada artista que contempla el paisaje desde los abismos de lo genial y lo loco.

Este lugar nació de un sentimiento. Pienso en todo esto mientras camino por las calles empedradas y húmedas, mientras mis preocupaciones se evaporan en el vaho que exhalo al respirar y que se condensa con el frío de la noche. Se oye un violín de fondo, a ritmo de vals. Las notas de un piano, agudas, al final del teclado, cantan con el violín. La música me acompaña, y baila conmigo este vals igual que dos enamorados.


Ah, cuanto amor y cuanta luz... Paris me tiene preso, querida mía, y no quiere soltarme.

Tuyo siempre, desde París con dulzura y pasión.

sábado, 4 de febrero de 2012

El secreto de las abejas

Sale de un problema, se para a meditar, se sienta a escuchar alguna noticia de las que ocurren allí fuera, simplemente por sentir que es aún de este mundo. Una máscara para sentirse vivo. Llama a su mejor amigo, pinta un cuadro y escucha su canción favorita. Pero la canción suena sin acordes, y ahora las flores carecen de perfume, se vuelven grises y se caen.

El continuo traqueteo de un teclado, en el que vacía cada gota de sangre y cada ápice de cordura. Entonces, sonríe mientras sorbe la espuma del café, mira por la ventana y piensa en que tanta meditación acabará por destruirle, aun siendo esa meditación el único sustento de vida que le queda.

Cuanto más piensa, más escribe y más se muere. Pero termina esa página y empieza otra, luego la termina y la revisa. Luego escribe otra, otra y otra más; muriendo poco a poco. Sigue escribiendo aunque sabe que eso le matará, pero es lo único que le queda. Morirá más rápido, preo morirá agusto, entre arte y tinta negra. Pese a todo sigue solo y con dudas de avanzar. Pero se levanta y avanza, luchando contra toda lógica irrefutable, peleando contra su resistencia y contra las leyes de la lógica pura y maldita.

Todos podemos hacer cosas imposibles. Eso me lo enseñó alguien muy pequeño: Una abeja.

"Según TODAS Y CADA UNA de las leyes de la física, de la cuántica, de las matemáticas y de la biología, una abeja no puede VOLAR, ya que tiene el cuerpo demasiado pesado y unas alas demasiado débiles.  Sin embargo, y por razones que aún no se han descubierto, las abejas vuelan.


¿Qué nos impulsa a intentar volar cuando todos nos dicen que no podemos? Todos tenemos una razón para ello, una que debemos encontrar, y que no es fácil de buscar. Buscamos esa razón mediante el pensamiento y la meditación, pero no comprendemos que para encontrar caminos nuevos, antes hay que perderse.  Así que levántate, haz una locura, enamórate, pierde el control, y sobre todo: Haz algo de lo que puedas arrepentirte luego, pero sin dejar de hacerlo. Enamórate, ya te arrepentirás más tarde.

Una vez, una amiga mía -de la que no diré su nombre por cuestiones de privacidad- me preguntó:
Si sabes que nada dura para siempre, ¿Por qué te empeñas en enamorarte de esa chica?
Simplemente, le respondí esto:
Nada dura para siempre, ¿pero acaso somos inmortales?

Ella se quedó muda. Y yo me fui a la cama contento, sabiendo que acababa de encontrar mi razon para seguir adelante.