sábado, 9 de junio de 2012

Viajero solitario.

"Alguien tenía que hacerlo", había susurrado para sí mismo cuando se preguntó el por qué de su partida.
Esa era la excusa, pero no el verdadero motivo de su marcha. El Alquimista abandona su hogar, lo deja absolutamente todo, pero ¿por qué le iba a importar? La recompensa era mayor: Libertad. Ahora sería libre, un Peter Pan, volaría por cielos de lugares viejos que nadie había visto, conocería leyendas nuevas y otras muertas. Galaxias lejanas, estrellas marmóreas, titanes de zafiro y plata, esa era la promesa.

Pasó el tiempo, decidió que había sido la mejor decisión de su vida. Aún así, no siempre había salido todo bien. Muchas estrellas se apagaron, muchas vidas se perdieron si que él pudiera hacer nada, había visto venir sobre muchos el horrible destino y su condena inevitable. Porque cuando eres un viajero, el destino te dice qué no debes hacer. Y eso es muy duro, sobre todo cuando el destino te obliga a soltar la mano de alguien a quien podrías salvar con un tirón...

Durante todo ese tiempo, el Alquimista había echado una sola cosa en falta. La compañía. Llevaba mucho tiempo viajando solo, y ni un solo momento había dejado de sentir la ausencia de alguien con quien compartir todo aquello. Tantos planetas olvidados, tantos lugares maravillosos, tantas razas sobrenaturales y mil veces más inteligentes de lo que pudiera soñar. Pero todo eso, sin alguien a quién contárselo, sin alguien con quien hablar, sin alguien que te abrace cuando el desastre llegue a tu puerta. Pero ese era el destino del Alquimista. Viajero, solitario, casado con las constelaciones, montaraz de sueños.

Escrito por: El Príncipe Alquimista. Pd:Os quiero.

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